viernes, 18 de julio de 2008

Con solo una lagrima

Con solo una lagrima



Ya era jueves, y por segunda vez en la semana, los niños insistieron a sus padres con volver a Comodoro Rivadavia.
-Vamos a ir en Diciembre-dijo el papá- pasaremos unas buenas vacaciones en Argentina, y luego estaremos listos para volver a Zaragoza. ¿Qué les parece?
Luchi, con tan solo ocho añitos, y Cris, que tenia doce, se miraron mutuamente.
-Es que yo creí que…- dijo Luchi a su mamá, un instante antes de que Cris lo interrumpiera y acotara:- Nosotros creímos que íbamos a volver a Comodoro. ¡Queremos ir ya, y no volver nuca mas a España!- insistió con tono caprichoso.
-Cris… vamos a ir de vacaciones a Chubut en diciembre. Visitamos a la abuela y a los tíos y volvemos en febrero. -interrumpió la madre- Les guste o no, el trabajo de su padre esta acá, y no podemos tirar todo por la borda de un momento para el otro. – agregó con tono autoritario.
-¡No es justo!...- dijo llorando Luchi - nos prometieron que íbamos a…- pero una sensación de dolor no lo dejo seguir.
-¡NADA!-dijo la madre- ¡se termino el tema! Vayan a estudiar, que dentro de un rato viene Josefa, y mas vale que se porten bien.
Luchi tenía razón, y eso le molestaba mucho a la mama. Le habían prometido volver a su país y quedarse para siempre, pero los planes no resultaron como esperaban. El regreso definitivo a la Argentina sería dentro de incontables años, o mucho más probable, nunca. Los niños, extrañaban demasiado el mar, el viento y los barriletes de papel que remontaban en la playa. Pero no había vuelta atrás; ya que Imágenes latentes del Pico Salamanca y El Faro San Jorge, serían con el tiempo solo recuerdos lejanos.
Cris, resignado buscó los libros de matemáticas y se sumergió entre símbolos, cifras y ecuaciones. Pero todo carecía de sentido para el, ya que el mundo de los números le resultaba tan irritante como la idea de su madre de quedarse para siempre en Zaragoza.
Esa tarde, la mama se ocupó de ir a pagar los impuestos; Y Josefa, la niñera, llegó a casa para cuidarlos. Ese día no se escucharon más que sevillanas, Y los niños no tuvieron mas remedio que escuchar como Josefa les leía El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. En ese momento, sintieron como la eternidad de una pena nacía en ellos. Pero, fue enorme el alivio al ver que Josefa había quedado dormida en el sofá, y que la esa lectura larga había terminado.
Aprovechando la situación, los pequeños se miraron con complicidad y corrieron a buscar un libro que habían escondido abajo de la cama.”Un viaje al fin del mundo”, decía la tapa de aquel libro mágico. Comenzaron a mirar cada página y a disfrutar de cada imagen. Añoraban el paisaje patagónico definido por cumbres abruptas, por lagos, glaciares, y por aquel suelo árido colmado de coirones.
De pronto, la imagen de un océano llamó la atención de Luchi, y de sus ojos una lagrima cayó sobre las páginas del libro. Un temblor sacudió la casa, y de un momento para el otro, los traviesos se hallaban frente al mar, en una playa enmarcada por tamariscos y médanos.
Elefantes marinos, cantaban una canción de bienvenida a sus visitantes y agitaban la cola invitándolos a jugar entre las piedras. Gaviotas cocineras, revoloteaban en el lugar, y se unían al canto de salutación. Mientras tanto, los niños sentían la eternidad del viento, y navegaban en el lomo de una ballena franca, la cual los llevaba de un lado a otro surcando las olas.
Al volver a la orilla, ambos hermanitos sonrieron, ya que habían logrado lo que tanto anhelaban. Aunque no querían volver, el tiempo aun existía y, corría demasiado rápido. Al ver que ya había oscurecido, consideraron que era hora de regresar. Tomaron de la orilla un par de caracoles, y abrieron el libro en la última página, la cual tenía fotografías de Zaragoza, España. Dejaron caer otra lágrima sobre el libro, y al instante, broto de la arena una enorme Encina. Desde el cielo, oyeron los pasos de su niñera, que ya había despertado, y empezaron a trepar por las ramas del árbol que parecía no tener fin.
Luego de tanto trepar, llegaron a su casa con el cabello revuelto, con la piel salada y con las zapatillas rellenas de arena. La tarde, se les había ido navegando y explorando dentro de aquel libro, por que, gracias a una lágrima, habían descubierto la forma de volver su tierra, a pesar de que su madre se los había negado firmemente.
Tanta aventura, los había dejado exhaustos. Dejaron el libro sobre la mesa de luz y procedieron a dormirse, cuando Josefa, entro al cuarto, y los encontró dormitando abrazados a un oso de peluche.
Antes de marcharse, la niñera, tuvo que fregar el piso, pues vio, como de un libro caía un chorro de agua marina con arena y cornalitos, que inundaba toda la habitación. Luego de eso, su trabajo había terminado por hoy. Y aunque Cris y Luchi sabían que Josefa volvería, esa noche durmieron con una sonrisa de oreja a oreja. Alegres, por que ambos habían jurado volver al libro, y no regresar a España nunca más.
Fin

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